La Salud en la Prehistoria


El hecho de convertirse en seres humanos representaba una notable ventaja para nuestros antepasados prehistóricos. Mientras que los animales perdían hasta un 80% de su descendencia, los seres humanos perdían sólo entre el 30% y el 50% de sus hijos. Además, ocasionalmente los seres humanos eran capaces de sobrevivir hasta más allá de su edad de capacidad reproductiva, hecho inusual en el mundo animal, y este prolongamiento de vida, evidenciaba una mejor adaptación del ser humano. Probablemente los cazadores recolectores primitivos eran propensos a sufrir ciertas enfermedades crónicas, causadas por organismos que pueden sobrevivir dentro del organismo humano que eran transmitidas mediante el estornudo, el aliento o los alimentos infectados.

Posiblemente, una de las enfermedades más comunes que sufrían nuestros antepasados estarían relacionadas con el tracto intestinal. Parece ser que gran parte de las infecciones por consumo de carne de animales infectados, pudieron a la larga haber hecho inmune en cierto modo, al hombre prehistórico. Sin embargo, otras infecciones accidentales, que sólo ocasionalmente se presentaban en el ser humano, habrían tenido efectos devastadores.

El doctor Fernando Prada Alonso, al respecto de la salud en la prehistoria, nos dice: «Partiendo de esta evidencia no parece probable que hayan existido otras enfermedades desconocidas que hubiesen podido afectar a estas poblaciones primitivas. Sin embargo, otras enfermedades que hoy en día son relativamente benignas, pudieron haber sido extremadamente virulentas en otros tiempos». Debido a las enfermedades, el promedio de vida de los hombres era de 35 años y el de las mujeres de 30 años. Esta diferencia de cinco años no se debía sólo a los embarazos y a los peligros del parto, sino a las condiciones mismas de vida que llevaban las mujeres, en el levantamiento de campamentos, cocina, etc..

Con referencia a la corta esperanza de vida, no se tiene en cuenta las enfermedades endémicas, sólo las duras condiciones del nomadismo, el clima, las luchas y peleas. En Egipto por ejemplo, a un lado del Nilo, se descubrieron fosas en donde por las evidencias arqueológicas, se pudo determinar que casi la mitad de la población murió por graves traumatismos, es decir de manera violenta.

Durante el neolítico (8000 a. C.), cuando se estaba en la transición al sedentarismo por la revolución agrícola, la estatura del individuo, se fue modificando (tendió a disminuir); el motivo puede ser la dieta alimenticia, pero también existe la posibilidad de nuevas enfermedades endémicas que hubieran tenido impacto, especialmente aquellas que causan anemias como la malaria y la anquilostomiasis. También fue aquí donde se encontró la primera evidencia de talasemia, una adaptación hereditaria de los glóbulos rojos de la sangre, que actúa contra la malaria.

La población prehistórica, creía que el dolor, era debido a factores externos, no sólo debido a las heridas sino debido a los espíritus malignos. En tales casos, se llamaba a brujos y chamanes para aliviarlos.

La trepanación, una de las pocas prácticas prehistóricas de las que se tiene evidencia arqueológica, se realizaba practicando un pequeño agujero en el cráneo, con una especie de broca de carpintero con mango. Ésta se practicaba en casos de dolor de cabeza, epilepsia y algunas enfermedades mentales: esta práctica fue común en todo el mundo (era un remedio heroico, basado casi siempre en la creencia de que el dolor era provocado por un "espíritu" que podía ser desalojado del encéfalo mediante la horadación del cráneo, facilitó que esta práctica durara milenios el hecho de que los sobrevivientes a la misma en efecto veían disminuidas o eliminadas las insoportables cefaleas al haber una descompresión en la cavidad craneana). Los que lograban sobrevivir a la trepanación, cubrían sus heridas con trozos de calabaza, piedra, conchas de moluscos, e incluso, con plata y oro.

El médico de la Sanidad Naval de la Marina de Guerra del Perú, capitán de navío SN (MC) Arístides Herrera Palacios, médico, marino de profesión y asesor del presente título, afirma que: «En Europa usaban como amuleto los restos de la trepanación. La práctica de la trepanación se hizo común hasta bien entrada la Edad Media».

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