La llegada de los primeros humanos a los Andes peruanos


Los primeros humanos llegaron al territorio peruano con las mismas características que sus antepasados que cruzaron la Beringia, con sus rudimentarios conocimientos de caza y recolección de frutos, asimismo, con creencias religiosas y formando pandillas o bandas; y, comienzan a vivir en zonas ricas de flora y fauna, para luego con los años descubrir la agricultura y la ganadería, como fue el caso de la costa peruana, en donde se vuelven semi sedentarios, debido a los recursos marinos que encontró en sus costas, listas para ser recolectadas.

Así, encontramos al humano más antiguo en el Perú, ubicado en la pascana de Paccaicasa, en la cueva de Piquimachay. Parece ser que la región andina comprendida entre la línea ecuatorial y los 20° de latitud sur, fueron la zona preferida de las bandas de recolectores, cazadores y pescadores, ocupando los pisos ecológicos quechua, suni, puna, yunga y chala. Estos primeros pobladores se acostumbraron al Ande y crearon muchos siglos después, las primeras culturas andinas, y posiblemente una de las primeras, fue la del complejo de Piki en Ayacucho.

Este sitio se encontraba a 12 kilómetros al norte de Ayacucho (capital regional de la región Ayacucho). Los restos fueron ubicados en la cueva de Pikimachay, a una altitud de 2740 msnm, con una antigüedad probable de 17.500 años, en el piso ecológico sierra quechua.

Ahora bien, es innegable que esta primitiva sociedad al sentirse desamparada, ante la ferocidad de algunos animales, las inclementes condiciones climáticas y otras, adversas a su subsistencia, sintió la necesidad de protegerse y desarrollaron mecanismos de seguridad, mediante abrigos (cuevas) seguros y, armas desde luego. La necesidad de seguridad ya era innata al hombre peruano. La organización social imperante, era la “comunidad primitiva”: vida, trabajo y subsistencia en común. Obligados por la escasa tecnología, estos primeros habitantes de los Andes peruanos hacían sus pocas actividades en forma conjunta con el resto de la banda y lo que obtenían, producto de ese esfuerzo, lo repartían en partes iguales, sin importar edad o género. En los momentos de la recolección, la banda era guiada por el hombre más experimentado, pero durante la cacería por el más hábil o por el más fuerte.

Existen otras evidencias tempranas de ocupación de los Andes peruanos en Jayhuamachay, Pachamachay y cerro Huargo, en el 13500 a. C.

En 1969, el estadounidense Thomas Lynch (Universidad de Cornell) descubrió los vestigios culturales más importantes, del 10560 a. C. (muestra GX 1859), en la denominada Cueva del Guitarrero (Guitarrero Cave), a 6 kilómetros al sur de la ciudad de Yungay, en la orilla occidental del río Santa, en el Callejón de Huaylas, región Ancash, provincia de Yungay, en la Cordillera Negra, en el norte de los Andes peruanos. La cueva se encuentra a 2580 msnm, y allí se han encontrado restos fósiles y que según su data, fue utilizada durante todos los siglos del nomadismo y de la época de los inicios de la agricultura por lo que a este lugar se le considera "uno de los grandes testimonios del origen de la agricultura en América"; pertenece al piso ecológico denominado Quechua.

En los estratos inferiores se han encontrado puntas de proyectiles y restos de cuchillo, según su descubridor, el arqueólogo Thomas Lynch, parece ser que fue la primera fábrica andina de instrumentos y armas.
En la costa peruana, cerca de Lima en Ancón, se encuentra Chivateros, cerca de la desembocadura del río Chillón que evidencia la presencia humana hacia el 8500 a. C.; y así podemos seguir enumerando sitios, en donde si bien no había aún el concepto de Estado y Nación, pero qué duda cabe, el humano peruano, sin saberlo quizá, iniciaba su camino lento pero inexorable hacia ello y hacia la civilización, la más grande de América: la Inca.

Así tenemos Lauricocha, en Huánuco, conjunto entre los 3.950 msnm, es decir, región Suni y los 4.500 msnm, región Puna. Ahí se encontró raspadores y lascas, huesos fosilizados de camélidos y cérvidos (taruga o taruca), raíces y tubérculos, proyectiles de puntas foliáceas en forma de sauce o laurel, tumbas, la mayoría de niños, figuras de animales, representación de danzas ceremoniales, etc., con una antigüedad de 8.000 a. C., con comprobación científica irrefutable. Es interesante analizar Lauricocha: se nota una organización del trabajo, ya una cierta organización espacial. La movilidad de la banda se hacía entre la cueva refugio y los refugios estratégicos de caza y recolección. Denota ya a esa temprana época, una organización de la seguridad y defensa de la banda u horda y de sus sitios semi temporales de refugio.

Ya en Lauricocha, debieron haber tenido una organización más avanzada a la de las bandas y debieron manejarse otros parámetros como la obediencia a los jefes, respeto a los primeros “especialistas”, y, defensa colectiva de su círculo de supervivencia y de sus cuevas–refugio.

Otras antiguas huellas de los Andes peruanos, son Tres Ventanas, Guitarrero II, Puente Jayhua, Toquepala (Tacna), Pachamachay y Telarmachay en Junín, y también Santo Domingo de Paracas.

En la etapa de los cazadores superiores, se inicia la explosión cultural del hombre andino peruano y se inicia con las pinturas rupestres, que eran pintadas en las paredes de las cuevas y en algunas piedras ceremoniales.
No hay duda que el dominio del fuego, trajo consigo más seguridad y sociabilidad a los hombres de aquella época. Al amparo de la seguridad de las llamas que los protegían de las fieras, a la vez que daba calor al hogar, los hombres, mujeres y niños, podían prolongar su jornada, una vez que había anochecido. Es innegable que alrededor de esa llama que daba seguridad y luz al anochecer, se reunían los grupos de las bandas para fabricar sus armas y cocer sus alimentos. Esas horas de convivencia al calor del fuego, debió estimular a usar cada vez más la expresión verbal.

Y así se llegamos a la revolución agrícola en los Andes peruanos. Desde los orígenes de la humanidad, hasta el siglo XXI, la humanidad ha pasado innumerables acontecimientos, pero son dos los que la han marcado, por el significado que tuvieron: uno de ellos es la revolución agrícola y el otro, la revolución industrial. La revolución agrícola se efectuó en todo el mundo, entre el 10.000 a. C. y el 5000 a. C. La revolución agrícola se da en América y el resto del mundo casi en forma simultánea y autónoma.

La revolución agrícola, se da en el actual territorio del Perú, entre el 6000 y el 2500 a. C. y convirtió al nómada en sedentario, al cazador en pastor, al recolector en agricultor. Las cavernas dieron paso a las viviendas con la finalidad de cuidar el huerto y el ganado. Se produce la división del trabajo. Se rompe la unidad grupal, al darse cuenta el hombre que para criar sus animales y sembrar, no necesita del grupo y mira a su entorno, que son su mujer y sus hijos, toma conciencia del concepto de familia y la protege. Se llega a este estado desde la etapa de “recolectores y cazadores superiores”, etapa en donde el hombre toma conciencia de la “caza y recolección selectiva”, es decir, sólo recoge los frutos maduros y deja los “verdes”; caza los animales adultos, y encierra y cría a los cachorros.

En la revolución agrícola, parece ser que domesticaron primero la calabaza, los pallares, el frijol, la quinua, las papas, el algodón y el maíz, en ese orden cronológico, en las plantas; y el cuy, la llama y la alpaca, fueron domesticados entre los animales, mientras que la vicuña y el guanaco, fueron objeto de caza selectiva.
Evidentemente, la “sociedad primitiva”, entra en crisis y toma bríos la “comunidad aldeana”, en donde el núcleo básico es la familia; los vínculos, son ahora de parentesco.
Lógico que esta división no se dio de la noche a la mañana; aún en plena revolución agrícola, la sociedad se dividió: unos continuaron con la pesca, caza y recolección, mientras que otros se dedicaban a la agricultura y ganadería.

Hasta que se llega a una nueva sociedad andina, basada en la agricultura y el apego a la Pachamama (madre tierra en quechua). En un medio de topografía variada, el antiguo hombre peruano tuvo que usar al máximo su ingenio, para crear las condiciones de siembra y de vida sedentaria. La ingeniería hidráulica, toma entonces una importancia vital y es así que comienza su desarrollo en esta etapa. Se inició también la tarea de ampliar la frontera agrícola con los andenes, denominados camellones o waru waru.

Así llegamos al Estado-Nación; parece ser que el primer asentamiento en territorio peruano estuvo ubicado en Chilca, cerca de Lima, al norte de la provincia de Cañete. Son casas de juncos y troncos de forma cónica y muy rudimentarias muy cercanas entre sí y de las chacras de frijol y calabaza. Parece ser que esta aldea fue organizada en el 5500 a. C. y abandonada en el 2300 a. C.

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